La mujer desnuda anda sobre mi espalda,
son sueños de caricias y labios,
reclama espacios para besar.
Está cansada y mortecina,
agotada de ir y venir a ninguna parte,
lacia su presencia de tanto intentar.
La cubre un alo austero,
esconde verdades y calla su soledad,
la molesta la luz en los espejos.
Su contacto no es frío ni fugaz,
dibuja miedos escondida,
sabe que no existe para los demás.
Solo ella conoce su verdad,
entregada al oficio de amar,
dejó de esperar la mano tendida.